Control social, autoridad ejercida por la sociedad sobre las personas que la componen. Los agentes de control social son mecanismos reguladores de la vida social, ya sean o no institucionales. En gran parte este control depende del tipo de unidad social a la que se aplica. Puede reconocerse una extensa gama de unidades y agentes de control (familia, escuela, asociación, pueblo, ciudad, medios de comunicación, ley, Estado y otros). Algunas teorías presuponen que el orden de la unidad superior depende del control en las unidades inferiores. En las unidades más pequeñas el control se puede ejercer a través del amor, el afecto o las relaciones de familia. Las unidades sociales mayores apuntan a que sus miembros, ya pertenezcan a un grupo o a una sociedad, obren según las pautas y sanciones preestablecidas.
El folklore adquiere su máxima vigencia, su plena normatividad sobre el comportamiento social. Aquí la persona trata de ajustar su comportamiento a lo estipulado informalmente por el grupo, no por el temor a la sanción impuesta por el mandato escrito, sino por el temor a ser excluido por las actividades comunales, por el temor a que su presencia cause rechazo o repulsa. Para ilustrar este control informal del comportamiento humano, ejercido sólidamente por el folklore, vamos a citar algunos hechos extraídos del folklore cajamarquino.
Luis Ibérico Mas
EL COMPACTO
Cualquier persona del sexo masculino, puede concertar un convenio o pacto con el diablo, con el objeto de que el ser demoniaco le proporcione riquezas sin límite ni medida, a cambio de llevar a los infiernos al compactado, en cuerpo y alma, cuando este fallezca.
La persona interesada debe concurrir un día viernes a cuencas o lugares donde habitaron los “gentiles”, una vez en el sitio le hace presente una ofrenda, generalmente un dulce en forma de animal, y se ofrece la intención de celebrar el pacto. Esto se produce dentro de la “hora mala” entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada.
El siguiente viernes, si es que el diablo acepta se hará presente en forma de un hombre vestido de blanco con características de un hacendado y le hará entrega de un presente (dinero) el hombre desde ese momento podrá disfrutar de las riquezas q el desee.
Cuando se produce el fallecimiento del compacto. En el velorio algunos jinetes ingresan y se llevan al cadáver con un rumbo desconocido y los caballos dejan chispas al trotar y el cadáver desaparece.
LA MULA ENCANTADA
Según cuentan los mayores, y se mantiene en la tradición, toda mujer que mantiene relaciones sacrílegas con un sacerdote, por las noches a partir de la hora mala (entre las diez de la noche hasta las cuatro de la mañana), se convierte en una mula que deambula por la ciudad a todo trote y botando chispas por las patas, dejando impregnado al ambiente con un fuerte olor a azufre, hasta que finalmente ingresa a su casa y recobra la apariencia humana. Esta maldición dura hasta que la mujer infiel se arrepienta de su pecado y se olvide de sus amores nefastos.
LOS CHISMES
Las continuas reuniones en que frecuentemente entran los miembros del grupo, son pretextos para hablar sobre el comportamiento ajeno, sindicando a los ausentes como protagonistas de hechos ciertos o supuestos, muchos de ellos inventados para zaherir la conducta ajena.
LOS APODOS
Los apodos, sobrenombres o “motes”, cuando no estos no se singularizan contra algún miembro de la comunidad, sino que engloban a toda una familia y en forma generacional, siempre hacen referencia a una peculiaridad de dicha familia, que se considera como contraria a las buenas maneras; como por ejemplo, las “payasadas”, que singulariza a esa familia como consumidores habituales de licor, o que viven vendiendo dicha bebida; o las “tintoras” o las “setegentes” (juzga vidas).
LOS SITIOS MALOS O ENCANTADOS

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