martes, 12 de julio de 2011

FOLKLORE COMO MEDIO DE CONTROL SOCIAL


Control social, autoridad ejercida por la sociedad sobre las personas que la componen. Los agentes de control social son mecanismos reguladores de la vida social, ya sean o no institucionales. En gran parte este control depende del tipo de unidad social a la que se aplica. Puede reconocerse una extensa gama de unidades y agentes de control (familia, escuela, asociación, pueblo, ciudad, medios de comunicación, ley, Estado y otros). Algunas teorías presuponen que el orden de la unidad superior depende del control en las unidades inferiores. En las unidades más pequeñas el control se puede ejercer a través del amor, el afecto o las relaciones de familia. Las unidades sociales mayores apuntan a que sus miembros, ya pertenezcan a un grupo o a una sociedad, obren según las pautas y sanciones preestablecidas.

l poder de las instituciones

El control social que ejercen las unidades sociales superiores, como el Estado o el Ejército, puede aumentar en algunos casos con el uso de la fuerza o la represión. En la foto, protesta pacifista contra la guerra de Vietnam ante el Pentágono (Ministerio de Defensa), Estados Unidos.


El folklore adquiere su máxima vigencia, su plena normatividad sobre el comportamiento social. Aquí la persona trata de ajustar su comportamiento a lo estipulado informalmente por el grupo, no por el temor a la sanción impuesta por el mandato escrito, sino por el temor  a ser excluido por las actividades comunales, por el temor a que su presencia  cause rechazo o repulsa. Para ilustrar este control informal del comportamiento humano, ejercido sólidamente por el folklore, vamos a citar  algunos hechos  extraídos  del folklore cajamarquino.

Luis Ibérico Mas
EL COMPACTO

Cualquier persona del sexo masculino, puede concertar un convenio o pacto con el diablo, con el objeto de que el ser demoniaco le proporcione riquezas sin límite  ni medida, a cambio de llevar a los infiernos al compactado, en cuerpo y alma, cuando este fallezca.

La persona  interesada  debe concurrir un día viernes a cuencas o lugares  donde habitaron los “gentiles”, una vez en el sitio le hace presente una ofrenda, generalmente  un dulce en forma de animal, y se ofrece la intención de celebrar el pacto. Esto se produce dentro de la “hora mala”   entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada.

El siguiente viernes, si es que el diablo acepta  se hará presente en forma de un hombre vestido de blanco  con características de un hacendado y le hará entrega de un presente (dinero) el hombre desde ese momento  podrá disfrutar  de las riquezas q el desee.

Cuando se produce el fallecimiento del compacto.  En el velorio algunos jinetes ingresan y se llevan al cadáver  con un rumbo desconocido y los caballos dejan chispas al trotar  y el cadáver desaparece.

LA MULA ENCANTADA

Según cuentan los mayores, y se mantiene en la tradición, toda mujer que mantiene relaciones sacrílegas con un sacerdote, por las noches a partir de la hora mala (entre las diez de la noche hasta las cuatro de la mañana), se convierte en una mula que deambula por la ciudad  a todo trote y botando chispas por las patas, dejando impregnado al ambiente con un fuerte olor a azufre, hasta que finalmente ingresa a su casa y recobra la apariencia humana. Esta maldición dura hasta que la mujer infiel se arrepienta de su pecado y se olvide de sus amores nefastos.

LOS CHISMES

Las continuas reuniones en que frecuentemente entran los miembros  del grupo, son pretextos para hablar sobre el comportamiento ajeno, sindicando a los ausentes como protagonistas de hechos ciertos o supuestos, muchos de ellos inventados para zaherir la conducta ajena.

LOS APODOS

Los apodos, sobrenombres o “motes”, cuando no estos no se singularizan contra algún miembro de la comunidad, sino que engloban a toda una familia y en forma generacional, siempre hacen referencia a una peculiaridad de dicha familia, que se considera como contraria  a las buenas maneras; como por ejemplo, las “payasadas”, que singulariza a esa familia como consumidores habituales  de licor, o que viven vendiendo dicha bebida; o las “tintoras” o las “setegentes” (juzga vidas).

LOS SITIOS MALOS O ENCANTADOS
La tradición de los pueblos enseña que en ciertos sitios o lugares, por su situación especial, ya sea silenciosa, apartados, boscosos o con acantilados o “puquios” son peligrosos, pues se afirma que en ellos hacen sus apariciones los duendes, los animales fantásticos y diabólicos, como los gatos, los chanchos o las lechuzas, o los “tucos”  (ave rapaz) y que, por lo tanto, pueden robar el “anima” de las personas o hacerlas victimas del diablo. Con este elemento folklórico, así como la “hora mala”  ala que ya hemos hecho referencia anteriormente, lo que se trata es de evitar que las personas concurran a es estos lugares  que se presentan para encuentros impropios, en que se falta a la fidelidad conyugal. Una persona de bien dentro de horas no convenidas, no puede frecuentar ni transitar, ni salir, pues si lo hace no será nunca con buenas intenciones, sino para faltar a los preceptos establecidos por la comunidad como buenos para el ordenamiento social.